Corría el año 2009 cuando por primera vez escuché a alguien hablar de la ayahuasca. Fue en Buenos Aires. A la salida del teatro, una de las chicas contaba lo ilusionada que estaba por el próximo ritual en el que participaría. Esta chica había trabajado en la industria musical, un mundo donde la fama, las fiestas, el alcohol y las drogas iban de la mano… La ayahuasca, según contaba, le había sacado de aquel infierno. Desde que empezó a tomarla, despertó espiritualmente y abandonó el consumo de cualquier sustancia tóxica y adictiva.
Quedé con la impresión de que la famosa planta debía ser algo maravilloso… Una planta que te abría los ojos y te ayudaba a ser mejor persona. Mmmm… Yo también quería probarla, me dije.
La palabra ayahuasca significa literalmente en quechua «la soga del muerto» y es que al ingerirla sientes que debes dejar morir tu conciencia para sumergirte en una dimensión diferente. Los antiguos nativos americanos consideraban que el espíritu abandonaba el cuerpo durante el período que duraba el viaje.
En su preparación se mezclan dos componentes: la liana Banisteriopsis caapi y un tipo de arbusto. Combinado es un potente alucinógeno que los chamanes han utilizado desde tiempos inmemoriales para aumentar su visión de la vida y del mundo.
Hace unos meses, una amiga muy querida que había participado en un ritual de ayahuasca con anterioridad me invito a tomar parte en el próximo. Llevaba muchos años sintiendo curiosidad y dije que sí.
Mi experiencia con la ayahuasca fue intensa. Me había creado unas expectativas muy altas por los comentarios de la gente y lo cierto es que físicamente me encontré bastante mal. Vale, es una planta, pero no deja de ser un potente alucinógeno… Las setas venenosas también son plantas y son dañinas… Que sea algo natural no significa que sea inocuo. Es importante tenerlo en cuenta a la hora de participar en una ceremonia ya que el bajón físico puede ser considerable.
No voy a detallar el contenido de mi viaje porque lo considero de índole personal. Sí que me gustaría decir que desde la noche anterior tuve sueños muy significativos y que la planta me transmitió mensajes conectados con la naturaleza, la mujer y la capacidad que tenemos de forjar nuestro destino a poco que pongamos algo de esfuerzo.
El ritual fue conducido por un chamán de confianza y con mucha experiencia. Esto es fundamental. Hay una tendencia muy fuerte a comerciar con el despertar espiritual y existe mucha gente sin escrúpulos dispuesta a cualquier cosa con tal de obtener beneficio económico. Incluso en Perú, donde la ayahuasca se considera patrimonio cultural, se han dado casos en los que la vida de los participantes ha corrido peligro.
La ayahuasca no es un juego. Para mí merece muchísimo respeto y esto implica reconocer su poder, pero también mantener una actitud de humildad. Es de estúpidos usarla con fines recreativos o recurrir a ella de manera sistemática cada vez que la vida nos pone en frente un reto.
Yo he decidido no volver a tomar ayahuasca. No puedo decir que sea una decisión irrevocable, quizás dentro de 15 – 20 años me vea en la tesitura y me sienta preparada, pero pienso que no es mi camino. Mi experiencia con la planta sagrada fue un sueño lúcido y prolongado que duró 8 horas, durante las cuales no dejé de sentir nauseas y mareos. Para mí fue como un estado febril, soñar estando despierto… Mis sueños siempre han estado cargados de mensajes, pero me gusta experimentarlos de manera espontánea. Hay muchas otras formas de llegar a estados alterados de conciencia sin poner en riesgo la salud, como la práctica de meditación, la hipnosis o los ya mencionados sueños.
Existe una autora argentina, llamada Bianca Atwell, que ha investigado profundamente el tema y ha escrito un artículo muy interesante sobre la ayahuasca. Comparto del todo su opinión, de hecho me sorprendí gratamente cuando topé casualmente con su escrito y comprobé que mis conclusiones personales se veían respaldadas por su investigación. Si no tenéis tiempo para leerlo completo, os cito la reflexión, a mi juicio, más interesante:
«Y aún más feliz soy de saber y haber experimentado que puedo llegar a tener esos estados de conciencia alterados sin riesgo para mi vida y sin la necesidad de dejarme insertar en una pseudocultura espiritualista cuyo fin es ampliar el mercado (o las necesidades de paliar la frustración social de alguno que necesita controlar la conducta de los demás), sin la necesidad de tomarme ningún brebaje, ninguna droga ni ningún fármaco, sino que puedo hacerlo con otras técnicas, utilizando mi propio DMT, el que produce todos los días mi cerebro. No necesito ir a comprar ninguna dosis, las llevo puestas desde que nací, como todos los humanos»
Bianca Atwell
[note]- Nota: Este post no pretende ni fomentar ni amedrentar respecto a las experiencias con ayahuasca. Se trata de inducir a la reflexión para que seamos conscientes de nuestros actos y no pongamos nuestra salud en manos de cualquier desaprensivo ni nos empeñemos en buscar fuera las respuestas que ya llevamos dentro.[/note]
Photo: Brittanie Pendleton
5 comentarios en «Ayahuasca. Crónica de un viaje»
Jamás he consumido ningún tipo de droga o alucinógeno, por me han llamado «bicho raro». Estoy totalmente de acuerdo con Bianca Atwell, yo me levanto cada mañana con lo necesario funcionando a todo dar en mi cerebro, cada día es un fabulosos viaje por del aprendizaje que experimento a través de mi propia vida. Necesito pasar tiempo a solas para escucharme y comprenderme, siempre estoy gratamente acompañada por la persona que más me sorprende y emociona, YO. Gracias por compartir tan sinceramente tu experiencia, a mi me sirve para reafirmarme y espero que a otros para aclararse. Un millon de besos.
La ayahuasca no es adictiva, la verdad, de hecho, muchas veces la usan en terapias con adictos… El problema es que su efecto en el organismo es fuerte y no se puede ni se debe jugar con ella…
Tu actitud es muy sabia y coherente. 🙂 El cerebro humano es muy poderoso!!!